martes, 24 de diciembre de 2013

Hoy es noche buena

Hoy es 24 de diciembre, hoy es noche buena. Recuerdo las noche buenas en familia en Cuba. No teníamos árbol de navidad, ni otros adornos, pero la alegría nos despertaba desde que los primeros gallos cantaban. Las casas se llenaban de ese júbilo que solo ocurre cuando se celebra algo especial. Nunca supe hasta ahora porque se le llamaba noche buena, pero de pequeña siempre supuse que era noche buena porque era el día del año que mejor se comía. Nunca supe de nacimientos, ni de redentores. No sabía nada de religiones. Para nosotros la religión nunca significó nada. La noche buena no era una fiesta religiosa.

La mañana del 24 comenzaba con la música de casa de los vecinos como desayuno. Era el despertador para los dormilones como yo. La música nos llenaba de energía para realizar todas las tareas del día: la limpieza de la casa, la preparación de la comida. En ocasiones nos tocaba la matanza del cerdo y todo el trabajo que eso conllevaba. Era muy común que algunos vecinos vinieran ayudar en la matanza y la preparación de las carnes. La mañana se llenaba de chillidos de los animales sacrificados. De pequeña solía taparme los oídos, luego me acostumbré, aunque deseaba que todo fuera rápido. Todo era parte de la tradición. Los hombres se ocupaban de la labor más desagradable y las mujeres cocinaban.  El ron era un invitado más y animaba a muchos. 

Cuando llegaba la noche cada familia comía en su casa, pero cerca de la media noche unos visitaban a otros. Íbamos a casa de los vecinos y allí nos brindaban más comida y bebida. Amanecíamos varias familias en alguna de las casas bebiendo y bailando. Era una fiesta para despedir la última semana del año. Era la mejor noche del año porque compartíamos familiares, amigos y vecinos juntos tras haber degustado una buena cena. 
Ahora que ya no estoy en mi Cuba natal extraño esas fiestas, pero sigo considerando la noche buena como una fiesta familiar en la que se cena mejor. 
Felices fiestas.

sábado, 21 de diciembre de 2013

Enredada

 Enredada converjo 
 en la propia madeja 
 que al azar he tejido,
 enmarañada urdimbre
 con mi pasión  hilada. 

Mas tu savia conforta,
reclusión auto impuesta. 

 Liado te hallas en red
de deseos e intenciones.
Tu futuro es confuso;
tu existencia se enreda. 
 .

 Terso manto de espinas 
 nos ata y nos desangra,
 y la sangre florece 
 creando un  recio tejido
 que más que nos aleja,
 con amor, nos aúna.

viernes, 20 de diciembre de 2013

Mi diario Capitulo II En el Circo


Después de la muerte de mi madre mi padre siguió su carrera de músico y cantante. Durante un par de años continuamos en el pueblo, pero su carrera no remontaba. A penas ganaba para mantenernos. Actuaba en bodas, cumpleaños y en garitos de mala muerte.

 La suerte no nos acompañaba, cada día era más difícil llegar a fin de mes. En una ocasión no tuvimos para pagar el alquiler por lo que nos echaron. Fue entonces cuando mi padre decidió viajar de pueblo en pueblo y no establecernos en ninguno por mucho tiempo.

Así crecí entre barracas de circo y caravanas. Disfrutaba de la libertad que tienen los niños cuyos padres no les pueden cuidar porque necesitan trabajar. Mientras vivimos con la gente del circo, todos eramos una gran familia y no corría ningún peligro. Por las mañanas iba al colegio y por las tardes, mientras mi padre actuaba, correteaba con los otros chiquillos que allí vivían. Algunos no iban a la escuela porque trabajaban en el circo. Yo les daba lecciones y les enseñaba a leer y a escribir, las sumas y las restas.

Durante un tiempo también disfruté de la compañía de los animales, aunque verlos enjaulados me encogía el corazón. Sentía la imperiosa necesidad de dejarlos salir. Solía visitar a una orangutana que había tenido una cría. Durante meses hacía mis deberes junto a la jaula. La observaba como amamantaba a su pequeño, mientras lo llevaba colgado de su pecho o su costado. Percibía la delicadeza  que ella ponía al manipularlo y como le enseñaba lo que necesitaba saber. Las horas eran interminables mientras lo pasaba bien mirándoles.


Una tarde llegué junto a la jaula, pretendía hacer mis deberes, pero me sorprendí  al ver que el pequeño orangután ya no estaba con su madre. Está era la viva imagen de la tristeza. Estaba sentada con los brazos cruzados y la cabeza gacha, los ojos tristes y una mueca en la boca, acompañaba sus gemidos. La desesperación me embargó y no sabía qué hacer. De pronto algo me hizo llegar hasta la puerta de la jaula y abrir el cerrojo. Entré en la jaula y con una manzana que había cogido en la entrada, le hice señas.
–Ven, bonita, ven –le dije sin dejar de mover la manzana para que la viera, mientras avanzaba de espaldas hacia la puerta.

Ella me siguió fuera de la jaula. Yo no dejaba de decirle "busca a tu bebé". Una vez fuera ella pareció entenderme y echó a correr en dirección a las caravanas. Corrí y vi como entraba en una de ellas. Casi enseguida se sintieron gritos. Había  gente en las roulottes. Fui en dirección al griterío. Alguien gritaba a la orangutana desde fuera. Esta saltaba por encima de la mesa, el sofá y la cama, y chillaba con todas sus fuerzas mientras tiraba cosas. En un momento pareció calmarse y salió corriendo en dirección a las jaulas de los animales pequeños.

Todos corrieron tras ella, el cuidador de los animales, su mujer, el domador, un payaso, los chiquillos que por allí habían. Apenas se veía nada entre la polvareda que todos levantaban, parecía el mejor espectáculo de todos los creados en el circo. A la algarabía se unieron los chimpancés, las cacatúas, hasta el león que no estaba en escena pegó a rugir.

Me uní al grupo justo para llegar y ver como mi orangutana bonita se acercaba a su bebé enjaulado. Se agarró con gran fuerza a la parte delantera de la jaula y mientras tiraba,  gritaba, en su forcejeo logró abrir la puerta que no tenia el cerrojo echado y entró. Corrió hacia su bebé quien la había reconocido. Unos segundos más tarde le amantaba tranquilamente.

Mientras observaba aquella imagen con satisfacción, alguien me agarró por el brazo. Era el cuidador de los animales. Sabía lo que yo había hecho dijo y que informaría a mi padre y al director del circo.

Esa fue la última tarde que me pude acercar a las jaulas de los animales. Esa fue la última vez que pude ver a bonita la orangutana. Me prohibieron acercarme a los animales y al final de la semana, mi padre y yo dejamos el circo. Nos habían echado.

A pesar de todos lo buenos momentos pasados en el circo, siempre recordaré con tristeza los animales enjaulados con sus caras tristes. Así que de cierta manera era feliz de ponernos en marcha nuevamente.  Nos fuimos a otro pueblo a probar fortuna.



                                                                      

viernes, 13 de diciembre de 2013

Meditando

Meditando puedes recrear los momentos felices que has vivido y revivirlos, llenarte de la satisfacción que esa acción te provoca y reteniendo esa satisfacción, esa energía positiva, podemos hacer frente al estrés y a la ansiedad, al malestar en general.
Meditando puedes llegar a sentirte más optimista y te ayudará a mantener mayor poder de concentración y de atención. La práctica de la meditación reduce el estrés y mejora tu autoestima. Te brinda un arma para poder sentirte bien física y emocionalmente.

Esta es mi forma de meditar: creando versos.


Meditando

Meditando 
recuerdo ese parque 
que antaño recorrimos 

Bancos solitarios 
me invitan a reposar,
y a sentir tu ausencia,
mas no dicen nada, 
solo brindan 
sus abrazos amistosos 

El sol me besa la piel
como besa el mar al barco 
como acaricia la escarcha 
las flores de la camelia 

Siento tus manos de luz 
presionando mi cintura 
Iluminando mis labios,
juegas con tus besos 

Soy la nocturna camelia 
que te ama sin límites 
con aroma seductor

Tú eres rocío 
que cala, renueva y nutre 
cada nuevo amanecer 


Meditando 
reconstruyo nuestra historia 
revivo viejas escenas 
concibo nuevos relatos
compro momentos felices 
y reboso de alegría
Parque de la Misericordia, Bilbao  por Julen Landa



viernes, 6 de diciembre de 2013

Respuesta al pasado


Respuesta al pasado

Entre las tristezas de lo pasado,
siempre la calidez de los recuerdos,
y la ternura de un quizás mañana,
jamás seremos, lo que nunca soñamos.
Más la esperanza de un nuevo día,
nos hará olvidar antiguos pactos
con la tristeza, con la desidia,
y creceremos aún con la pereza
de no ser lo que antes fuimos.
La nada no muere, solo se transforma
como cambiamos nosotros nuestros sueños
y nos reencontramos con un camino 
que ni es nuevo, ni es conocido
Es un camino que se hará a nuestra medida
según le encontremos, caminando.

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