El dueño de la casa les dio la bienvenida y les dijo que sólo podría ofrecerles de lo poco que poseían. Dijo que su único bien y medio de subsistencia era una vaquilla que les daba leche con la que hacían queso.
El maestro y su discípulo pasaron la noche en la vivienda, se alimentaron, y muy temprano en la mañana decidieron continuar su camino.
Mientras abandonaban el terreno árido de la propiedad tropezaron con la vaquilla.
El maestro al verla le dijo al discípulo:
_Empuja la vaquilla por el barranco.
_¿Pero maestro..? _objetó el discípulo todo confundido.
Miró al maestro, y aunque no estaba de acuerdo con sus ordenes, la firmeza de su mirada y de sus palabras, le convencieron y la empujó por el barranco.
Unos años después volvieron a pasar el discípulo y el maestro por el mismo lugar donde años antes vivía la familia que les había dado cobijo, y se encontraron con una finca extensa con abundante vegetación.
El dueño de la finca les recibió.
_Buenas tardes, bienvenidos a mi casa. ¿Os acordáis que cuando estuvisteis aquí teníamos muy poco que ofrecer? pero justo en esos días ocurrió una desgracia. Hubo un accidente y nuestra vaquilla cayó por un barranco. Desde ese día tuvimos que buscar otras formas de alimentarnos y así hacer crecer a la familia y la finca. Ahora podemos atenderos de mejor forma _dijo el dueño de la finca con gran entusiasmo.
El discípulo y el maestro intercambiaron miradas de satisfacción.
Decir No a nuestra zona de confort es decir No a la rutina, No al conformismo. Para conseguir crecer como personas y lograr nuestros sueños y metas, tenemos que arriesgarnos. Quien no arriesga, no tendrá oportunidad de ganar. Un barco en puerto parado está seguro, difícil es cuando sale a la mar.
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