domingo, 7 de diciembre de 2014

Un amigo de paso: Álvaro F. Fernández con Historias que contar


Queridos amigos de la blogoesfera, comenzamos la sección Amigos de Paso con nuestro primer invitado el escritor Álvaro Fernández Fernández. Démosle la bienvenida. 

–Hola Álvaro. Se bienvenido a Lumy con Sentimientos.
–Muchas gracias, un placer y un honor.

–Cuéntanos, ¿cómo supiste de este blog?
–Fue todo a raíz de conocerte a ti, Lumy, su creadora, en la red social Google+ y colaborar juntos en un proyecto literario. Nada más saber de la existencia del blog, hice mi primera visita y leí un par de entradas. A partir de ahí se convirtió en un blog de visita obligada. Desde entonce lo sigo. 



–Muchas gracias. ¿Desde cuándo escribes, Álvaro? porque tengo entendido que eres muy joven.
–La verdad es que empecé a escribir muy pronto. Mi pasión por la lectura (más allá de los tebeos) comenzó a los seis años, y con ocho o nueve recuerdo que ya escribía pequeños relatos. Creo que fue con 17 años cuando abrí mi primer blog (ya extinto), y ahí explotó mi "necesidad creativa", tanto de escribir como de compartir. Una necesidad que no ha parado de crecer desde entones, hace ya diez años.
–¡Vaya me sorprendes!–sonrío.
–¿Por qué?

–Me sorprende que ya de adolescente abrieras un blog para expresarte de forma creativa, pues justo es la etapa en la que decidimos nuestra vocación y tengo entendido que no has estudiado letras, o me equivoco?
–Pues es una pena que ya esté cerrado, para que le pudieras echar un vistazo…
Así es, mi otra gran pasión es la Ciencia, y por ello decidí estudiar Biología, especializándome en Biología Molecular y trabajando actualmente en un laboratorio de investigación. ¡Dos mundos tan apasionantes como distintos!

Wow! Una vida muy interesante la tuya! Científico y escritor. Me gusta la combinación. Volviendo a la escritura, ¿ a qué géneros literarios te dedicas?
–Me gusta escribir de todo o al menos intentarlo, aunque unos géneros se me puedan dar mejor que otros. Quizás me guste más escribir fantasía/ciencia ficción o comedia, pero siempre buscando el mayor realismo posible en las situaciones o el lenguaje.

–¿Cuál podría ser tu motivación para escribir?que no inspiración. ¿Qué te mueve?
–Crear y compartir. Soy feliz cuando "ideo" algo. Cuando, empezando de la nada (de un folio en blanco, de media hora en el autobús), soy capaz de inventar y dar vida a algo. Eso me llena, y me hace sentir muy bien. Y, tras eso, poder compartirlo con la gente, porque creo en el "arte" como un medio de crecimiento personal para todo el mundo. Y para ello necesitamos "conocer" y "aprender" de los demás. Inspirarnos por el trabajo del resto.

–¡Qué pasión! Estoy totalmente de acuerdo contigo y sé de lo que hablas ¿Y qué te puede inspirar?
–Nada definido, la verdad. Generalmente son momentos puntuales; aleatorios y espontáneos. Ver a la gente hacer algo e imaginar por qué lo hace, cuál es su situación, su vida. O incluso una conversación estúpida con tus amigos. Cualquier estímulo es válido para inspirar algo nuevo. Y, como ya he dicho, el trabajo de los demás. Asombrarte por lo que hacen y motivarte a probar tú también.

–Entiendo. Ahora cuéntanos qué hecho dio lugar a que escribieras el relato Historias para contar.
–Me encanta esta pregunta (Risas) En este caso todo se originó con una conversación que tuve con dos amigos periodistas. De ahí me quedó en la mente una frase, incluida en cierta forma en el relato: "Los periodistas escriben los sucesos tal y como ocurrieron. Hecho fríos, objetivos". Y no paré de pensar en ello durante todo el día, hasta que me dije "¿Y si esa misma noticia, real, la cuenta alguien más? Alguien que se dedicase a contar la historia completa, tal y como fue, y no sólo el resultado final…". A partir de ahí la historia creció, hasta involucrar el asesinato, el detective, el tipo sospechoso que parece que lo sabe todo,…

–Me parece muy, muy interesante tu tesis. Es una forma genial de inspirarse creo que en eso coincidimos en el proceso de creación de algunos de mis relatos ¿Tienes algún método, o ritual para escribir?
 Sí que me gusta tenerlo todo claro antes de empezar. Introducción, nudo y desenlace. Qué quiero y qué no quiero contar; no me gusta improvisar, pero si, ir apuntando ideas, o frases completas, en la libreta. Luego buscar el tiempo necesario (lo peor de todo…), un poco de concentración, quizás algo de música (clásica, post-rock, death metal melódico, ¡todo vale según qué momento!) y mucha, mucha revisión hasta darle al botón de "Publicar"

–Tengo entendido que también escribes poesía.
–He escrito algo de poesía, aunque lo hacía más antes que ahora. Pero siempre intento buscar "realismo"; no soy muy fan de las metáforas, considero que si eres capaz de decir algo de forma natural, el efecto en el lector es más rápido, directo y efectivo.

–En todo hay diversidad y la poesía no está exenta de ella. 
 ¿Qué recomendarías a otros escritores?
– No sé si soy la persona adecuada, ya que no soy "escritor" ni mucho menos. Pero si tuviera que dar unos consejos a alguien que le guste o quiera escribir serían:

  • Lee mucho.
  • Escribe siempre que te apetezca, pero nunca forzando la situación. Hay momentos en que uno no está inspirado, y no pasa nada. Pero si te obligas a escribir o a publicar te estresarás, te agobiarás, y el placer de la escritura perderá su sentido.
  • No escribas para los demás. No pienses en el número de visitas o las felicitaciones que recibirás, y mucho menos en fama o dinero. Aprende a disfrutar de la escritura en sí, que es lo que llena. Lo demás es efímero.
–¿Tienes planes para publicar?
–Me encantaría poder publicar un libro algún día, pero por dos razones que tengo muy claras: sentir la satisfacción de ver ese libro físico en mi estantería, y poder regalar copias a mi gente querida. Son un par de metas que de verdad quiero cumplir durante mi vida.

–Bueno pues muchas gracias Álvaro por tu colaboración.
–Ha estado muy muy bien, Lumy. Me he sentido muy a gusto. Gracias por tu invitación. 

–Pues pasamos a leer tu relato.




Historias que contar.



"El inspector frunció el ceño mientras volvía a bajar la sábana, tapando con cuidado el rostro desfigurado del joven. La caída había sido breve, pero mortal de necesidad desde un séptimo piso. Y para Linares la cosa estaba clara: un pequeño salto y adiós a las deudas, el paro y la madre que los parió a todos.

Se levantó y vio a su alrededor a los dos agentes que empezaban a inspeccionar el lugar antes de subir a la vivienda del ahora cadáver: Roberto Pedregal Cortés. Toledano, de 29 años. Casado y sin antecedentes. También observó resignado la multitud que se agolpaba ya en torno al cordón policial, murmurando y especulando a voces. Morboso y ávido de sangre, como siempre había sido el populacho en la humanidad. Destacaba sin embargo, entre tanto revuelo, un pequeño pero fuerte hombre de sombrero calado y hombros anchos. Llevaba en la boca un cigarro a medias y entre sus toscas manos una pequeña libreta donde anotaba sin parar con un lápiz.

Fue esto último lo que más inquietó al inspector Linares, que dejó al muerto descansar en paz por un momento para dirigirse a él:

—Buenos días.
—Buenos días, señor inspector —saludó el tipo mientras escribía— una mañana movidita, ¿verdad?
—Sí, eso parece señor... —respondió inquisitivo, forzándole a mantener una conversación.
—Miñambres. Ceferino Miñambres —se presentó al fin, mirando de arriba a abajo al agente para describirle con detalle en su cuaderno.
—¿Se puede saber qué escribe usted con tanto interés, señor Miñambres? —El tono del inspector sonó autoritario, incluso irritado— ¿Es usted escritor?
—¿Escritor? ¡Oh, no! Yo no soy escritor... No invento las historias, ¿sabe? Sólo... escribo lo que veo.
—¡Ah! Entiendo... Es usted periodista —El policía no bajó la guardia; detestaba que los periodistas hurgaran en plena investigación.
—No, no... Los periodistas escriben los sucesos tal y como ocurren; como son. O al menos así debería de ser... —explicó el hombre sin dejar de anotar—. Hechos fríos; objetivos. Yo sin embargo intento contar toda una historia, sin inventarme nada, a partir de lo que observo.
—¿Y qué es lo que observa aquí, señor Miñambres? No sé por qué pierde el tiempo en un simple suicidio...

Ceferino Miñambres dejó por primera vez de balancear el lápiz sobre el papel y clavó su mirada sobre el inspector, perplejo. Molesto.

—¿Un simple suicidio, dice usted? Yo no estaría tan seguro de ello, querido inspector. Ya desde aquí he podido percibir detalles que me hacen pensar inequívocamente en un homicidio.
—¿Ah sí? ¿Y cuáles son? —preguntó Linares mesándose el bigote mientras decidía si deshacerse o no de aquel charlatán.
—Bueno, en primer lugar destacaría el cepillo de dientes que se encuentra allí en el suelo, muy cerca de él, y que supongo agarraba cuando fue arrojado por la ventana —señaló con el lapicero—. Nadie se suicida mientras se lava los dientes...
—...Cosas más extrañas he visto...
—... o cuando acaba de tener una hija recién nacida, tal y como están contando los vecinos.
—Son evidencias endebles y demasiado forzadas, ¿no cree? —carcajeó el inspector triunfante.
—No, no lo creo. Sólo refuerzan la pista más clara: no hay ni una sola ventana abierta en todo el edificio.

Linares abrió la boca para decir algo, pero la cerró inmediatamente tras mirar hacia arriba. El tal Ceferino Miñambres tenía razón: todas las ventanas estaban cerradas. Incluso las del hogar del difunto. Y aunque en verdad había visto cosas extrañas en su trabajo ninguna como un suicida al que le diese tiempo a saltar y cerrar la ventana por la que acababa de salir.

—Sabe usted demasiado, señor Miñambres... —respondió al fin reflexivo.
—No crea, señor inspector —replicó con sonrisa pícara mientras retomaba sus notas—  sólo soy... observador. Un curioso en busca de historias que contar.
—Tenga cuidado, no vaya a ser que un día las historias se terminen...
—Ah, no. Para nada. Siempre hay historias que contar. Y todo el mundo, a fin de cuentas, se dedica a contarlas. Todos. Ya sea un científico, contando la historia de la realidad, o un político, contando la que le interesa. Pero todo el mundo cuenta historias...
—¿Y yo? ¿Qué historia cuento yo, señor Miñambres? —preguntó Linares, muy lentamente y amenazador. Había decidido por fin echarle de allí con una patada en el trasero.
—¿Usted? La mejor de todas, inspector. La historia del bien y del mal. La lucha entre la perseverancia del agente de la Ley y la habilidad del delincuente —sonrió a más no poder Miñambres, mostrando una perfecta dentadura cerrada en torno al ya consumido cigarro—. Mi favorita.

La respuesta descolocó a Linares, que no supo qué decir durante unos segundos. Y ni siquiera pudo soltarlo cuando por fin se le ocurrió, ya que lo llamaban con premura sus agentes desde el portal de la casa.

—Nada más que mirar aquí abajo, señor. ¿Subimos arriba? Quizás el suicida haya dejado una nota.

Pero Linares supo que no encontrarían ningún mensaje. Lo comprendió cuando se dio media vuelta y vio que el hombre había desaparecido sin dejar rastro. Y lo entendió al fin cuando, horas más tarde, le confirmasen que no existía ningún ciudadano llamado Ceferino Miñambres."
                     

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